lunes, 15 de febrero de 2010

Álex Chico entrevista a Javier Cercas para Kafka. Revista de Humanidades

Sigo rastreando la Red para ofrecer a los lectores de narrativabreve.com aquello que me parece de gran interés literario. Hoy reproduzco parte de la entrevista que Álex Chico le hizo a Javier Cercas, publicada en el último número de Kafka. Revista de Humanidades. Para leer la entrevista entera -muy extensa, por cierto-, pulsar en este enlace directo.



Entrevista a Javier Cercas, por Álex Chico


"Estamos fabricados de memoria, sin memoria desapareceríamos inmediatamente"

Conocí a Javier Cercas hace ahora seis o siete años. Me habían hablado de él, de esa joya literaria que fue, y sigue siendo, Soldados de Salamina. Creo, francamente, que su lectura influyó de manera decisiva en todo lo que escribí después. Mi manera de fijarme en esos pequeños detalles que encierran en sí mismos todo un mundo. Me había ocurrido, anteriormente, con Paul Auster, y antes con Álvaro Valverde. Ese Javier Cercas que conocí era un personaje, el mismo que encontré después en El vientre de la ballena. O el personaje de esos relatos reales que siguieron a aquellos primeros libros. Ese mismo personaje que vuelve a aparecer, de una u otra manera en Anatomía de un instante, su última novela (sí, es también una novela).



A Javier Cercas, el autor, lo conocí algo más tarde. Un día de octubre, en su estudio barcelonés, situado, como él, en la frontera. No sabría decir si pertenece al barrio de Sarrià o al de Gràcia. O si, al cabo, no pertenece a ninguno. Sólo una calle en mitad de alguna parte, tan catalana como extremeña. Algo, por cierto, que me es conocido. Quien le conozca sabrá, mejor que yo, que es alguien sumamente cordial, simpático, de conversación fluida y sugerente, uno de esos tipos con quien te enorgullece compartir ciudad. Alguien, en definitiva, al que conoces desde siempre. Uno de esos escritores que saben defenderte, como Pavese, de las ofensas de la vida. Aunque la literatura no sea la única realidad posible. Sí, al menos, un lugar donde habitar, dondequiera que eso quede.






Revista Kafka: Recuerdo un comentario que hiciste sobre Dossier, el libro que dedicara Gerard de Cortanze a Paul Auster: “trata en vano de que Auster desentrañe las claves ocultas de su obra, sin que parezca caer en la cuenta de que es la persona menos indicada para hacerlo, porque es evidente que si conociera esas claves nunca hubiera escrito sus novelas”. ¿Es arriesgado o tal vez útil entrevistar a un escritor?


Javier Cercas: Si el entrevistador es bueno, puede ser útil. Yo leo las entrevistas con escritores. Lo que pasa es que hay que hacerlo con prudencia. Creo que es un error pensar que el escritor tiene todas las claves de su obra y que lo que él dice respecto a ella va a misa. Interpretar la obra de un escritor a la luz de lo que él dice algunos americanos lo llaman falacia intencional. Eso no significa que las opiniones de un escritor no tengan interés. Tienen un enorme interés. Para mí, son las que más interés tienen, sobre otros escritores, sobre sí mismo… Pero siempre tomándolas con prudencia, sin tomarlas como si fuera la Biblia. Cervantes dice que El Quijote pretende acabar con los libros de caballerías y hay quien lo toma al pie de la letra. Pues no, señor, porque no es así. Cervantes dice que Persiles es su mejor libro y tampoco es así. A lo mejor lo decía con fines propagandísticos, a lo mejor lo decía porque se engañaba… Es interesante saber que Cervantes decía eso. Igual ocurre con las opiniones sobre otros escritores. Son interesantes más a menudo por lo que revelan acerca de su propia obra que por lo que revelan sobre los demás, porque cuando uno habla de otros escritores al final lo que hace es hablar de sí mismo.


RK: En el prólogo al libro Relatos reales, nos dices: “escribir consiste, entre otras cosas, en fabricarse una identidad, un rostro que es y no es el nuestro, igual que una máscara”. En la crónica Solas se nos explica que toda novela es también de algún modo autobiográfica, algo que también corrobora Rodney Falk, en La velocidad de la luz. Queda claro que es imposible deshacerse de la experiencia propia para crear algo nuevo. Sin embargo, das un nuevo paso. ¿Sientes a Javier Cercas como un personaje más?


JC: Sí, es verdad que hay un paso más, no sé bien cuál es, pero lo hay. Diría que en cada caso es distinto. Algunas de mis novelas, quizás todas, son autobiográficas de un modo distinto. En mis primeros libros (El móvil, El inquilino, El vientre de la ballena) me di cuenta de que partía de mi propia experiencia pero distanciándome de ella con determinados recursos. Por ejemplo, en El inquilino el protagonista no es español, sino italiano, lo cual era una forma de distanciarme. Por otro lado, hay algo en lo que yo he pensado a menudo: los primeros libros que escribí están en tercera persona y todos los que han venido después están en primera persona. Creo que eso se debe, entre otros motivos, a que cuando comenzamos a escribir lo hacemos en primera persona, como una carta. Es lo más sencillo. Una conquista fundamental para un escritor es la tercera persona, cuando ya construyes una historia que pretende o finge estar al margen de ti. Está ahí fuera y quien la cuenta es un dios, un demiurgo. Cuando yo volví a la tercera persona ya volví de una manera completamente distinta, sabiendo que esa primera persona es la ficción. Incluso, y esto es fundamental, cuando escribo un artículo, un relato real. Ese tipo es un personaje inventado. En Anatomía de un instante, por ejemplo, que es un libro que cuanto más tiempo pasa más convencido estoy de que es una novela, aunque al principio evitamos, tal vez cobardemente, llamarlo novela, ese narrador no soy yo, es también un personaje inventado. Un narrador que poco tiene que ver con el de Relatos reales o con el de los artículos que escribo los domingos en El País. O no digamos con el de La velocidad de la luz o Soldados de Salamina. En cada caso hay un uso determinado de la autobiografía. El modo en que la autobiografía se usa en Soldados de Salamina es muy distinto al de otras novelas mías. Obedece a motivos distintos. Sí es verdad que hay un uso explícito de la autobiografía. Estas novelas quieren parecer autobiográficas, quieren que el lector sospeche o crea que lo que se cuenta es en realidad la vida del autor. No sé adónde va ese paso más. Nos podríamos tirar toda la tarde hablando de esto. Además, repito, cada caso es distinto.


RK: Como dice Nietzsche, hablar mucho de uno mismo es también una forma de ocultarse. Tal vez, añado, la forma más oportuna de ocultarse. Javier Cercas, como personaje, aparece varias veces, por ejemplo en la tertulia del Oxford, en El vientre de la ballena, donde, por cierto, sale bastante mal parado por el narrador. Hablar de uno supone alejamiento, pero hablar mal de uno qué supone. ¿No tienes la sensación de que la peor crítica a uno mismo es la autocrítica?


JC: Sí, lo es. El de la tertulia del Oxford es el más idiota de toda la novela. Lo es, quizá, porque la crítica bien entendida empieza por uno mismo. Si tú te ríes de todo el mundo y no te ríes de ti mismo, es que eres un imbécil. Además, yo soy muy duro conmigo mismo. Los defectos que mejor conocemos son nuestros propios defectos.


RK: A Mario Rota, en El inquilino, le amenaza la presencia del otro, que es igual a decir la presencia de él mismo. Recordemos lo que dice Rodney Falk: “el espanto está en la guerra, pero mucho antes estaba en nosotros”. Existe una lucha contra uno mismo. Igual que en el relato final de La verdad de Agamenón. ¿Crees que ante todo se temen a sí mismos?


JC: Yo creo que ese es un asunto que está en casi todos los libros que he escrito. Eso lo dice Millás, que es muy buen lector, y uno de cuyos temas esenciales es el del doble. Siempre me dice: “tu tema esencial también es el doble”. Y no le falta razón. Yo siempre opero a base de dobles. De contrarios y de dobles. El adversario, tomando el título de Emmanuel Carrère, el tipo que llevamos dentro de nosotros mismos, que es el más peligroso, quien más miedo me da. Es quien nos puede matar. “El abismo en que me miro a mí mismo”, como decía Quevedo. Ese enemigo es a quien más temo. Es el más implacable. Yo creo que muchos libros míos hablan de eso. Tú has mencionado muy claramente El inquilino, La verdad de Agamenón… Otros libros también. Todos operan por dobles. Por ejemplo, Sánchez Mazas y Miralles son, en cierto modo, parejas inversas. El narrador y Rodney Falk también son dobles. Decía con razón Millás que los protagonistas de Anatomía de un instante son dobles. Dobles por una cosa y contrarios por la otra. Siempre está esa idea de los contrastes y de los paralelismos.


RK: Una de las tensiones más extremas de los personajes es convivir entre la vida y la literatura. Varias veces citas la frase de Pavese: “La literatura es una defensa contra las ofensas de la vida”. A menudo, tus personajes funcionan mejor en el arte que en la vida real. De ahí escenas tan torpes y cómicas como el allanamiento de morada perpetrado por Tomás y sus amigos en El vientre de la ballena. Como explica Francisco Rico a propósito de El móvil, tus personajes son incapaces de decidir entre la literatura y la vida. ¿Nacen de esa tensión, de ese duelo, o intentan compatibilizarse?


JC: Es verdad. Hay una tensión constante entre la ficción y la realidad, entre la vida y la literatura. Eso en cada libro se manifiesta de formas distintas. Los literatos que aparecen en mis libros son, en general, bastante torpes, gente bastante incapacitada para la vida. Los personajes de El vientre de la ballena son los más claros. Son tipos que no saben vivir. Tipos que, como bien dices, viven mejor en los libros que en la vida. A Sánchez Mazas le pasaba un poco lo mismo. Sin ser un personaje ridículo o risible como estos, también es un personaje que vive mejor en los libros que en la vida. Luego, cuando se mete en la vida, no hace más que provocar desastres. También le ocurre algo parecido al protagonista de La velocidad de la luz. Por otro lado, está la pregunta de qué vida es más real, la vida de la literatura o la que vivimos. Yo creo que al principio pensaba que era más real la vida de la literatura y ahora pienso que la vida real no es que sea más real, es que es inapelable. Tiene una potencia tremenda. Esa dicotomía, es verdad, es una tensión permanente que no se resuelve. Y que quizá no tiene por qué resolverse.

[…]

Francisco Rodríguez Criado tiene otro blog: Ciconia

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