miércoles, 14 de julio de 2010

Anaïs Nin, el erotismo como la exaltación de la libertad, por Javier Memba

Javier Memba nos ofrece una semblanza de la controvertida escritora Anaïs Nin, icono de la libertad sexual y literaria de los años 70, a quien muchos conocemos, más que nada, por las referencias sobre su persona del no menos controvertido Henry Miller. En España se ha hablado mucho de Anaïs Nin  por las presuntas relaciones incestuosas que mantuvo con su padre, el músico Joaquín Nin, relatadas en los diarios de ella. (Memba sugiere algo parecido, pero no lo dice literalmente).

Por cierto, "sicalipsis" (¡qué hermosa palabra!) significa, según el DRAE, "malicia sexual, picardía erótica".
(Fuente del artículo: Técnica literaria.com)

Anaïs Nin, el erotismo como la exaltación de la libertad

JAVIER MEMBA



Entre las muchas sangres que corrieron por las venas de la norteamericana Anaïs Nin, la española ocupó un papel fundamental. Sin embargo, aquí en España la conocimos tarde, estando ya ella a punto de morir. Llegó al final de los años 70, dentro del "boom" de la literatura erótica al que asistimos durante la transición. Sí señor, la leímos con el mismo gozo que descubrimos que el sexo es un placer y no un pecado venial. Pero sería injusto apuntar que fue la sicalipsis que rezuman sus páginas lo que nos hizo dar cuenta de ellas con tantísima avidez que, en apenas cuatro años, los que se fueron entre 1978 y 1982, se agotaron tres ediciones de su "Delta de Venus". En Nin, como en todos los grandes que nos llegaron con el "boom" de la novela erótica, la exaltación de la carne fue la exaltación de la libertad. Mas habría de ser su experiencia cotidiana -y eso no hay que olvidarlo en ningún momento-, más o menos ajena a los misterios del sexo, la que inspiró su obra maestra: más de 15.000 páginas reunidas en sus singulares "Diarios". En opinión de Henry Miller, una obra llamada a ocupar "un lugar al lado de las revelaciones de San Agustín , Petronio, Abelardo Rousseau y Proust".



Hija del pianista y compositor español Joaquín Nin, Anaïs nació en París en 21 de febrero de 1903. Aunque su padre era a su vez descendiente de franceses, daneses y cubanos, sería la nacionalidad de la madre -norteamericana- la que le sería impuesta la futura escritora. Fue un hecho dramático, la separación de sus padres cuando ella apenas contaba diez años, lo que llevó a la pequeña Anaïs a coger la pluma. Trasladada junto a su madre y sus hermanos a Nueva York, el desarraigo también sería determinante en su vocación.




El sentimiento antiburgués
Casada en 1923 vuelve a su París natal. En su regreso a la capital francesa, los surrealistas acaban de darse a conocer bajo los auspicios de André Breton. Anaïs entra en contacto con ellos algunos años después, con motivo de la publicación de su ensayo "D. H. Lawrence: An Unprofesional Study" (1932). Serán los surrealistas quienes inculcarán en Anaïs el sentimiento antiburgués y antifilesteo que la caracterizará más tarde. De todo el grupo surrealista, será con uno de sus primeros disidentes, Antonin Artaud, con quien tenga un mayor trato nuestra escritora. Asimismo, sus biógrafos se refieren al psicoanalista Otto Rank como a otra de sus grandes referencias. Ahora bien, quien ejerció una mayor influencia sobre la obra de Anaïs Nin fue su compatriota Henry Miller. Además de literaria, llegaría a unirla con él una relación sentimental.

No obstante, ciertos sectores de la crítica, no carentes de razón, tienden a asociar a Anaïs Nin con otra pluma totalmente ajena a esa efervescencia cultural del París de entreguerras: Colette.

En efecto, las dos autoras son pioneras en la literatura femenina sin inhibiciones y en toda la literatura erótica que va desde el lesbianismo hasta el adulterio. Pero hay algo que nos lleva a pensar que, de haber sido elegida, Anaïs nunca hubiera acabado sus días siendo académica, tal fue el caso de Colette, perteneciente en su otoño a la Goncourt y a la Real de Bélgica.


La obsesión por su padre

Ya desde el título de su primera novela, "La casa del incesto" (1936) es evidente la obsesión de la escritora por su padre. La misma pasión viene a ratificarse en las páginas de "Invierno de artificio" (1939). De nuevo en Estado Unidos, la autobiografía, más o menos marcada por la figura paterna es el principal argumento de novelas como "Bajo la campana de cristal" (1944), "Hijos del albatros" (1947), "Una espía en la casa del amor" (1954) -primer texto abiertamente erótico-, "Ciudades de interior" (1959) -relatos- y "Collage" (1964).



Pero serán sus "Diarios", los que la proporcionen el reconocimiento internacional. El primero de ellos, concerniente al período comprendido entre 1931 y 1934, aparece en 1936. Concebidos a la manera de la búsqueda de Proust, la propia autora define su obra maestra con las siguientes palabras: "Este diario es mi kif, mi haschish, mi opio (...). En lugar de escribir una novela, me tiendo con una pluma, este cuaderno y sueño (...). El sueño es mi verdadera vida. Veo en él los ecos que me devuelven las únicas transfiguraciones que conservan lo maravilloso en toda su pureza. Fuera, toda la magia se pierde. Fuera, la vida revela sus imperfecciones".



Muerta Anaïs en Los Ángeles, el 15 de enero de 1977, las últimas entregas de sus "Diarios" verán la luz con posterioridad. Póstuma también será la publicación de su colecciones de relatos eróticos escritos en los años 40 "Delta de Venus" -encargo de un excéntrico multimillonario que le pagaba a dólar la página- y "Pájaros de fuego" (1978). Aquí en España leímos todos estos títulos en las impagables ediciones que Bruguera incluía en su colección Libro Amigo durante la Transición.



Javier Memba


















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