viernes, 24 de septiembre de 2010

"Escritura electrónica", por Fernando Lázaro Carreter

Fernando Lázaro Carreter (Zaragoza, 1923- Madrid, 2004) dedicó este artículo, recogido en El nuevo dardo en la palabra, al lenguaje de las nuevas tecnologías (que, por cierto, ya no son tan nuevas). El famoso académico tenía mucha "chispa" a la hora de analizar el lenguaje de la calle con su habitual (sana) socarronería, que mezclaba con una erudición elegante pero nunca ampulosa.








Escritura electrónica
 

"El estudio adultera a muchos tontos su  memez ingénita. Abundan los bobos cuyo desarrollo ha sido entorpecido por los libros, pero sin debilitarlo mucho. Algunos, incluso, tienen fama de doctos, aunque tarde o temprano, y a veces con frecuencia, asoman la patita. Eso no va a ocurrir en un futuro próximo, pues se está produciendo una regresión del lenguaje, la cual, lejos de enmascarar la necesidad ingénita, va a potenciarla. Muy pronto tendremos tontos inalterados, puros, como de manantial. Y los habrá también reciclados, restituidos a su condición en cuanto se adapten a la posmodernidad cuyo ariete es Internet.
Figurarán entre ellos muchos que conversan con conocidos y desconocidos por ordenador, valiéndose de un lenguaje pretendidamente universal, escueto y económico, aunque, por ahora, muy simple. Así, si un internauta pregunta a otro por los datos de un compacto que ha oído -es genial, oye- con cuplés anglos cantados por un tal Rod y no los recuerda (este ignorante se refiere, casi seguro, a Rod Stewart y a su celebérrimo Unplugged... and Seated), se despedirá tecleando: TIA, que quiere decir 'gracias por adelantado' (o sea las iniciales de Thanks in Advance). Habrá que aprender esto si se quiere gozar de las cálidas amistades cibernéticas con una mínima prestancia. Supongamos que el hablante avisa a su conectado o conectada que interrumpe hasta pronto la comunicación: BFN le dirá, esto es 'adiós por ahora' (Bye For Now). Y si es que el conectado o conectada lo ha obsequiado con un chiste desternillante, hará que so módem electrifique el siguiente mensaje: , literalmente 'rodando por el suelo muerto de risa' (Rolling' on the Floor Laughing). Pero si no llega a tanto y se queda en carcajada, pulsará LOL (Laughing Out Loud), la cual, caso de que sea larga, podrá reiterarse como LOL, LOL, LOL, esto es, traducido libremente, '¡ja, ja, ja!'. Por medio de la red entran a veces en contacto amistoso y, hasta íntimo, dos personas que ignoran sus sexos respectivos. La mujer confesará que lo es tecleando :>, y el varón declarará así su varonía :-. Resulta sucinto pero sugiere en exceso.
No creamos, sin embargo, que los interlocutores están obligados a comunicarse fríamente, bien al contrario: manifiestan muy bien su estado de ánimo. Así (:( expresa que están supertristes; y si, al contrario, revientan de alegría, especificarán que :-). También puede hacerse con los iconos respectivos; hay varios de parecido jaez. Este lenguaje que se está pariendo y sólo muestra que el cogote ya anuncia su amenaza contra la escritura normal. De momento, no puede sustituirla del todo, porque le faltan expresiones. Es inservible aún, por ejemplo, para muchos guionistas de cine y televisión, pues carece de esos insultos que dan viveza y naturalidad a los diálogos, con los cuales los personajes se clasifican recíprocamente como bucos, rameras, hijos de éstas o gays en aumentativo. Y, por ahora, no los surte de interjecciones usadas por todo el mundo, incluidos niños, niñas y adolescentes, como joder y coño, soportes naturales del coloquio. Pero, cuando el lenguaje de Internet se provea de estos signos y de tres o cuatro expresiones más, desplazará con ventaja al esperanto, y valdrá para escribir en cualquier lengua.
Por lo pronto, son ya muchos los hispanohablantes que, inventando o importando, trabajan para convertir la nuestra en lengua espectral. Para ello, comprimen muchos elementos, preparándolos para su ulterior reducción a comas, puntos, paréntesis y demás signos del ordenador. Por ejemplo, el verbo consumir, que, como intransitivo, sólo significaba 'gastar' ("Este coche consume mucho") y, con más unción, 'tomar el sacerdote la comunión en misa', hoy nombra ahorrativamente la acción de drogarse.
Estas operaciones reductoras exigen muchas veces el paso previo de arrebatar la transitividad a verbos que la poseen: es el caso anterior. O privarlo de cualquier acompañamiento, según ocurre con salirse (de la carretera, de madre, del partido, etc.), que le ha sido amputado para que él solito elogie de modo supremo. Si Fulano o Fulana están que se salen, es que no los alcanza un galgo en elegancia, en belleza, en energía, en rumbo... Durante el último tour galo, sus píndaros radiofónicos repitieron hasta enronquecer que el ciclista Armstrong se salía. Y no de la carretera: es que le sobraban fuerzas para extenuar a los demás. Bien mirado, esto exalta con más educación que intratable, el adjetivo anglosajón al uso, tan poco apropiado para el valeroso ciclopedista. Además, salirse puede decirse a propósito de todo y de todos, no sólo de los deportistas; se ha conseguido una ventajosa mengua verbal.
Será preciso reducir cuanto se pueda si se quiere meter al idioma en cintura telefónica. ¿Habrá vocablo más mental que entender? "No entiendo esta palabra", "Se le entiende bien lo que dice", "Entiende mucho de música", "En el caso entiende el juez X", y varios usos más; en todos acompaña al verbo la explicación de qué entiende con la cabeza el que entiende. Pero hace algunos años, ese complemento necesario fue cercenado, y, exento, entró en otra jurisdicción: hoy significa 'ser homosexual'. La televisión de madrugada anuncia "chicos que entienden", es decir, expertos en apagar incendios por tal demarcación. Los profesores que pregunten a sus alumnos si entienden pueden ser perseguibles por acoso.
Curiosamente, entender también significa, según define el Diccionario, 'penetrar': "¡Cuánto penetra, para lo joven que es", se dice de alguien encareciendo su agudeza. Desde hace muchos -pero con extraña ausencia del infolio-, el vocablo ha cargado, y bien estrechamente, con otro sentido sólo gramaticalmente intransitivo: el de 'entrar armado el varón, de grado o por fuerza, en placenteras cavernas'. Obsérvense las vueltas que he dado -es fácil hallar muchas más- para decir aquello que significa penetrar (y que casi dice la palabra misma).
¿Hará falta decir que casi todas estas síntesis proceden de laboratorios cosméticos galos? Hace cuatro siglos, se inventó allí también el verbo sodomiser, exportado pronto a toda Europa; España ha tardado en adoptar el invento, postergado por la expresión castiza, más larga, basta e indecorosa. Ahora sólo falta incorporar tal verbo al léxico oficial. El francés -hoy ayudada por el inglés- es lengua pionera en esto de fabricar píldoras lingüísticas, ingeniosas y útiles muchas veces, pero sobre todo, maravillosamente aptas para su electrificación".

Fernando Lázaro Carreter, El nuevo dardo en la palabra. Santillana Ediciones, Madrid, Aguilar, 2007. 


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